El descenso de la pasada temporada ya era algo aceptado con total normalidad por todo Halmstad. No fue trágico porque una distancia de 14 puntos respecto a los puestos de promoción -y de 20 para la salvación- era demasiado grande, imposible de levantar. Ya sabíamos que tendríamos que pasar, como mínimo, una temporada en Segunda varias semanas antes de que se confirmara el descenso. Era cuestión de tiempo. Pura resignación. Y sorprende que lo viviésemos así teniendo en cuenta que tenemos una tradición -más o menos reciente- de club ganador. Llevábamos 19 temporadas consolidados en la Allsvenskan y, además, tenemos cuatro ligas en nuestro palmarés, las dos últimas cosechadas en los últimos quince años.
Nuestra historia, en general, ha sido bastante mediocre. Nuestros inicios fueron los propios de un club pequeño que busca estabilizarse en la primera división nacional y que tropieza constantemente, desciende y se pasa años luchando por volver a ascender de nuevo. Nosotros no éramos distintos, éste era el perfil de nuestro club. Hasta que un inglés llegó en 1976 y lo cambió todo. Cambió nuestra historia, pero también el fútbol de nuestro país. Su nombre era Roy; Hodgson, su apellido.
De hecho, Hodgson llegó medio de casualidad en 1976. Bob Houghton, un amigo de su infancia, entrenaba al Malmö en los años 70 y lo convenció para que entrenase en Suecia. Así, Hodgson se instaló aquí y empezó a aplicar sus métodos de entrenamiento en el Halmstads. Además de ser extranjero, era novato y la confianza del aficionado, de inicio, no era total. Su inexperiencia la compensaba la confianza de Houghton en él, campeón con el Malmö en 1974 y 1975.
Ambos entrenadores importaron conceptos más propios del fútbol inglés a Suecia. Los adaptaron a lo que tenían, eliminaron las defensas de cinco hombres y, entre otras cosas, sustituyeron los marcajes individuales por los nuevos marcajes en zona. Dotaron a nuestro fútbol -también a nivel nacional, no sólo influyeron en sus equipos- de nuevas variantes tácticas, lo enriquecieron. Este proceso de crecimiento culminó en las exitosas actuaciones del fútbol sueco en Europa, como la presencia del Malmö de Houghton en la final de la Champions de 1979 y las dos UEFAs que ganó el Göteborg, la primera de la mano de Sven-Göran Erikson.
En cualquier caso, gracias a las novedades revolucionarias de Hodgson nos convertimos en el equipo a batir y ganamos la liga en 1976 en su primer año. Roy obró el milagro y se lo agradeceremos eternamente. Con él volvimos a ganar la liga tres años después, demostrando que el primer título no era casualidad, que estábamos haciendo bien las cosas.
Con su marcha en 1980 quedó claro que el mérito de nuestro éxito era de Hodgson. Sin él volvimos a ser un equipo discreto, sin llegar al nivel de mediocridad previo a su llegada, pero sin acercarnos a la excelencia. Poco a poco íbamos volviendo a la normalidad y acabó llegando el descenso en 1987. Regresamos a esa triste etapa en la que encadenábamos constantemente ascensos y descensos.
Hasta 1993. Entonces empezó nuestra segunda etapa gloriosa. Con Freddie Ljungberg a la cabeza -y bien secundado por Joel Borgstrand, Torbjörn Arvidsson, Jesper Mattsson, Niclas Alexandersson, Magnus y Hakan Svensson-, ganamos la Copa en 1995 y la liga en 1997. A este equipo se le fueron sumando nuevas piezas de cierto nivel dentro del fútbol sueco como Mats Lilienberg, Peter Hansson, Stefan Selakovic o Tommy Jönsson. Entre todos ellos contrarrestaron la baja de Ljungberg, que fichó por el Arsenal de Wenger en 1998 por una cifra cercana a los cinco millones de euros.
Estos títulos los ganamos bajo las órdenes de Tom Prahl, un entrenador que venía de sacar buenos resultados con el modesto Trelleborgs. Como Hodgson en su momento, era difícil prever que su etapa en nuestro club sería tan buena y que conseguiría ganar dos ligas con el Halmstads. El título de 1997 fue tan inesperado como nuestra goleada al Göteborg en una de las tardes más felices de nuestra historia. Media docena de goles para dar un golpe de autoridad en la carrera hacia el título en la decimoquinta jornada.
La segunda liga de Prahl, y la cuarta de nuestra historia, la ganamos en el año 2000 con seis puntos de diferencia y mayor comodidad. Ayudó empezar la temporada sumando 18 de los primeros 21 puntos posibles y luego supimos gestionar ese colchón con inteligencia. Sin destacar ninguno con unas cifras espectaculares, fue especialmente importante la aportación de nuestros tres delanteros, Selakovic, Andersson y Bertilsson, ya que marcaron 10, 9 y 8 goles respectivamente, alternándose en su protagonismo goleador constantemente durante la temporada.
Tras la marcha de Prahl, estuvimos cerca de ganar nuestra quinta liga, pero en 2004 el Malmö nos arrebató el título en la última jornada tras nuestro empate contra el Göteborg cuando dependíamos de nosotros mismos. Markus Rosenberg, cedido por el Malmö esa temporada, estuvo muy cerca de arrebatarle el título al equipo al que entonces pertencía. Aquí se acabaron nuestros días de gloria.
En Europa nunca hicimos nada realmente trascendente. Eliminamos en la Copa de la UEFA a Benfica en el año 2000 y a Sporting CP en 2005, pero jamás llegamos a romper barreras más significativas que un bonito pero aislado triunfo en algunas eliminatorias europeas. El fútbol sueco ya no era tan competitivo como antaño.
En cualquier caso, como en las demás épocas exitosas que hemos vivido, poco a poco fuimos a peor. Perdimos a nuestros futbolistas más importantes y llegaron otros que no fueron capaces de ocupar su vacío. Así hasta dejar de competir por títulos y finalmente empezar a sufrir por el descenso hasta que en 2011 ya casi ni nos dolió por lo horrible que fue nuestra temporada. Ahora toca luchar por regresar lo antes posible y, de momento, estamos compitiendo por estar arriba en la Superettan. Espero que los goles de Baldvinsson nos sigan marcando el camino de vuelta a la Allsvenskan.
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