martes, 31 de julio de 2012

También fuimos campeones (XIV)

Cada temporada acaba con el contraste entre la alegría del campeón y el drama de los equipos que sufren en sus carnes el descenso. Son dos imágenes completamente antagónicas y la intensidad de la segunda suele ser mayor por todo lo que significa dejar de competir ante los mejores equipos del país, que tu ciudad (o barrio) desaparezca del mapa durante los próximos 12 meses, el éxodo de los mejores futbolistas, la menor cantidad de ingresos y la dificultad que supone el regreso a la máxima categoría, entre otras cosas. Nosotros somos un equipo que históricamente ha vivido muchos más éxitos que fracasos y por esta razón las decepciones suelen ser mucho mayores, y también más difíciles de encajar. Por eso nos escoció especialmente el descenso que vivimos en 2011, algo indigno para el MTK Budapest.

Mi equipo ya era uno de los mejores de nuestro país pocos años después de que el fútbol se consolidara en Hungría. Este club, estrechamente relacionado con la comunidad judía de Budapest desde su fundación, ganó 13 ligas antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial. Ya entonces el Ferencváros era nuestro máximo rival, con  varias ligas también, aunque en los años 30 nos sorprendió el Újpest ganando cuatro títulos ligueros en cinco años en esa década.

Con la llegada del comunismo a Hungría nos convertimos en el club de la policía secreta y sufrimos algunos cambios de nombre para finalmente recuperar el de toda la vida. Además, aportamos seis futbolistas a la selección húngara subcampeona del mundo en 1954, ese maravilloso equipo que revolucionó el mundo del fútbol. Aunque también hay que decir que gran parte de la selección estaba formada por futbolistas del Budapest Honved, el dominador del fútbol húngaro en esa época.

Sin embargo, a partir de la década de los 60 fue el Ferencváros quien empezó a mandar en Hungría. Entre 1958 y 1987 apenas ganamos una Copa mientras los otros equipos de Budapest (Újpest, Ferencváros y Vasas) se hinchaban a ganar títulos delante de nuestras narices. Fueron años duros, porque intentábamos presumir de la cantidad de títulos ganados, pero los aficionados más jóvenes ya no los recordaban. Cada año que pasaba sin ganar un título esa losa pesaba más sobre los jugadores y la afición. Además, apenas nos llegaba para acabar en una de las otras dos posiciones de medalla de vez en cuando.

Por esta razón la liga ganada en 1987 fue una liberación para todo el MTK Budapest. Fue un triunfo aislado, sin continuidad, pero nos quitamos una espina de encima. 29 años eran muchos sin alzar una liga. Y más habiendo ganado anteriormente otras 18.

Tardamos otros 10 años en alzar un título. Pero entonces ganamos dos al mismo tiempo: en 1997 logramos el doblete, que nos permitió olvidar todos los fantasmas del pasado de una vez por todas. Lo hicimos tras juntar una buena generación de futbolistas en la que destacaba gente como Gábor Halmai, Béla Illés, László Farkasházy, Krisztián Kenesei o Gábor Babos, todos ellos internacionales con la selección, la mayoría disputaron muchísimos partidos con nosotros.

Repetimos los títulos de Copa en los años 1998 y 2000 y volvimos a ganar la liga en 1999. El MTK volvía a competir en la primera línea del fútbol húngaro y lo hacíamos con orgullo. Además, ganamos la liga con 19 puntos de ventaja respecto al segundo clasificado, una distancia que reflejaba nuestra superioridad. A varios de los futbolistas nombrados anteriormente se les sumaron Péter Czvitkovics y otros futbolistas cuya carrera no ha sido la que se esperaba entonces como Péter Kincses, Péter Vörös o Tamás Szamosi.

Desde entonces hemos ganado otras dos ligas, en 2003 y 2008. Del primero de los dos títulos os sonará el nombre de Juhász, actualmente en el Anderlecht, y del título de 2008 un defensor que se llama Adám Pintér, ahora en el Zaragoza. Ambas estuvieron bastante más ajustadas que la de 1999 y no aseguramos el campeonato hasta la última jornada. Con este último título, cerramos nuestro palmarés con 23 ligas. No sabíamos si seguiríamos ganando, pero lo que no esperábamos era descender tres años más tarde.

Si observamos nuestra plantilla con perspectiva, podíamos esperar no hacer una buena temporada. El equipo era extremadamente joven -como demuestra nuestra media de edad de tan solo 21,9 años-, apenas teníamos un par de jugadores que superaban la treintena y la mayoría de nuestros futbolistas carecían de experiencia para responder en los momentos de gran presión. Cuando la situación se complicó y empezamos a temer por el descenso, la historia del club y nuestra camiseta pesó demasiado para un equipo tan joven... y lo hizo negativamente. Una lástima, porque la generación de futbolistas tenía bastante calidad.

Afortunadamente sólo pasamos una temporada en Segunda. Con el mismo bloque de jóvenes futbolistas que descendió conseguimos volver a la élite con relativa comodidad, sacándole bastante ventaja a los demás equipos. Además, también demostramos que éramos capaces de competir contra otros equipos de Primera al llegar a la final de Copa, que perdimos en la tanda de penaltis ante Debreceni, campeón de Primera. Gracias al título liguero de Debreceni hemos podido jugar la Europa League esta temporada, experiencia de la que esperamos haber aprendido alguna cosa.

De lo que estoy seguro que hemos aprendido algo positivo fue del descenso de 2011. Este mercado de verano estamos construyendo una plantilla con futbolistas de mayor experiencia para mezclarlos con nuestros jóvenes talentos, algo más curtidos que un par de temporadas atrás. Ahora tocará demostrar que lo acontecido en 2011 fue un mero accidente. No deberíamos competir aún por títulos, pero tampoco sufrir por el descenso. Poco a poco tenemos que ir creciendo para recordarles a los otros clubes quién es el MTK Budapest, el segundo equipo con más ligas en Hungría.

Esto último sigue pesando tanto a nivel deportivo como social. Ya no somos el gigante que llegamos a ser en su momento y nos cuesta aceptar nuestra nueva realidad, que está siendo especialmente dura para nosotros. Generalmente es mucho más fácil asimilar lo bueno cuando llega y adaptarse a una realidad mucho más positiva cuando vienes de la nada; pero luego, cuando se pasa de lo bueno a lo malo en un abrir y cerrar de ojos, esto es más complicado. Aquí estamos pasando por lo segundo y cada año que no competimos por ganar un título la imagen de las 23 ligas aparece en la mente de cada aficionado -e imagino que también de los jugadores, miembros del cuerpo técnico y de la directiva- para recordarnos lo que un día fuimos. Y no es fácil convivir con ello.

lunes, 30 de julio de 2012

También fuimos campeones (XIII)

Pocos clubes han sido tan exitosos como nosotros en tan poco tiempo. Nuestra historia fue muy bonita por los títulos ganados, pero demasiado corta. El idilio con la élite de nuestro país fue muy intenso, pero interrumpido bruscamente por aspectos totalmente fuera del alcance de los aficionados; eso es lo que me da más rabia, la manera como acabó desapareciendo nuestro club de la primera línea de equipos en Finlandia hasta llegar a la desaparición.

Tampere es una ciudad situada al sur de Finlandia, más conocida por su pasión por el hockey sobre hielo que por sus equipos de fútbol. Aquí se encuentran dos de los clubes de hockey sobre hielo más importantes del país mientras que sus dos clubes de fútbol están jugando actualmente en la tercera división tras nuestra desaparición.

Mi club, el Tampere United, pretendía fusionar a los dos equipos de la ciudad, el FC Ilves y el Tampereen Pallo-Veikot, para formar una entidad más fuerte. No obstante, los dos clubes de Tampere renunciaron a la fusión y prefirieron mantenerse al margen de este proyecto y el Tampere United apareció de la nada en segunda división, ocupando la plaza de un FC Ilves que sufría severas dificultades económicas. Ascendimos en nuestra primera temporada, todo un éxito.

Tras el ascenso, tocaba mantenerse. Poco a poco la popularidad del club iba creciendo, ya que nos convertimos en el mejor equipo de la ciudad tras el descenso del Tampereen Pallo-Veikot, que precisamente bajó esa misma temporada. Ese año volvimos a superar nuestras propias expectativas alcanzando el sexto puesto de la clasificación.

De cara a la siguiente temporada, nuestro objetivo era mejorar. No queríamos quedarnos estancados y a pesar de ser un club muy joven teníamos que progresar superando lo conseguido el año anterior. Lo que no esperábamos era ganar el título de liga tres años después de nuestra creación, rompiendo la hegemonía del FC Haka, el único equipo campeón en Finlandia desde nuestra creación en 1998.

Logramos ese éxito gracias a los goles de Antti Pohja y Jari Niemi, la experiencia del neozelandés Lee Jones, y las primeras paradas de una de las mayores leyendas de nuestro club, Mikko Kavén, con experiencia previa en Escocia y Noruega y que acabaría jugando más de 200 partidos con nuestra camiseta.

A pesar del título de liga, nuestra posterior experiencia en la Champions League no fue positiva, sino todo lo contrario: traumática. Nos tocó enfrentarnos al Pyunik armenio... y el marcador global fue un 0-6 en contra. Una derrota demasiado dolorosa para nosotros. De hecho, el golpe llegó a influir en nuestra trayectoria liguera, ya que terminamos la temporada sextos y sólo sumamos 9 puntos de los 21 que se disputaron después de la goleada recibida en el partido de ida, muy pocos para un equipo que venía de ser campeón.

Aprendimos de nuestro mal 2002 -acabamos quintos- y nos asentamos como un equipo puntero de nuestro país al encadenar tres temporadas de manera consecutiva en la tercera posición. Estabilidad y pequeños viajes europeos en forma de Copa Intertoto para prepararnos para volver a asaltar el título en 2006.

Ganamos la liga de 2006 con una plantilla que mezclaba a la perfección veteranía y juventud. Por ejemplo, teníamos a jugadores que superaban la treintena y con experiencia en otras ligas más potentes como Jarkko Wiss, que tiene el honor de haber sido nuestro último entrenador, o Mirkko Kavén, del que ya os he hablado anteriormente. Estos futbolistas servían como ejemplo para otros más jóvenes como Jussi-Pekka y Juska Savolainen o Antti Hynynen. Si a estos futbolistas les sumamos la aportación de otros jugadores de cierto nivel como Mathias Lindström o Ville Lehtinen, en la plenitud de sus carreras, podemos dedicir que nuestra plantilla era muy competitiva dentro del contexto finés. Además, Jari Niemi había regresado a Tampere tras una enriquecedora experiencia de varios años en distintos clubes belgas pese a no aportar tantos goles como en su primera etapa en el club.

En 2007 repetimos título con el mismo bloque, que apenas sufrió unos pequeños retoques. En cualquier caso, logramos mejorar nuestra plantilla con el regreso del delantero Antti Pohja y la incorporación del jugador de origen rumano Tomi Petrescu, que había jugado con el Leicester City en Inglaterra. Además, completamos una magnífica temporada alzando la Copa, la primera de nuestra corta historia, de tan solo 9 años entonces.

A partir de entonces no volvimos a rendir al mismo nivel. Nuestra plantilla envejeció y varios de nuestros mejores futbolistas optaron por marcharse a equipos y ligas de mayor cartel, como suele ser habitual en los equipos con menor potencial deportivo y económico. Pasamos de competir por títulos a ser séptimos en liga durante tres temporadas consecutivas, un bajón bestial para una afición que había disfrutado muchísimo en las temporadas de esplendor. Visto ahora, con mayor perspectiva, nuestra situación era normal, pero no éramos conscientes ni de la juventud de nuestro club ni de lo difícil que es crearse cierto prestigio en el panorama nacional.

Lo que no esperábamos era que, de golpe, no se nos dejara competir en la Veikkausliiga del año 2011. Un par de semanas antes de empezar la temporada, el 14 de abril de ese mismo año, la Federación Finlandesa de Fútbol decidió retirarnos la licencia para participar en cualquier competición futbolística. La razón eran unas supuestas relaciones de nuestro club con una empresa de Singapur asociada al amaño y la compra de partidos. 

Este golpe tan duro supuso la desaparición del Tampere United. Así, de la noche a la mañana, nos quedamos sin el equipo de fútbol de nuestra ciudad que jugaba en Primera. Repentinamente, Tampere perdió toda su ilusión con el fútbol e incluso se llegó a dudar de si los títulos de liga se habían ganado limpiamente. Así se acabó nuestra historia, bastante exitosa, que tan solo duró trece años. Poco tiempo, pero suficiente como para dejar marcada una huella en la historia del futbol finés.

La reflexión viene luego con el vacío que ha dejado el club. Dos equipos de Tercera en Tampere y una herencia en forma de títulos difícil de igualar. Mi club ya no existe y es difícil identificarse con otros colores y escudos. Como mínimo espero que alguien nos pueda tomar como ejemplo del típico fracaso de un proyecto que creció demasiado rápidamente, empezando por su acelerada ascensión hacia la élite, su posterior etapa (corta) de gloria y la dura (y veloz) caída, que en este caso desembocó en la desaparición del club. Quizás éste sea el legado que deje nuestro club fuera de Finlandia, puede ser. En cualquier caso, esto no me consuela demasiado.

domingo, 29 de julio de 2012

También fuimos campeones (XII)

De los tres equipos de la capital de nuestro país, somos el más pequeño. Nuestro palmarés, comparado con los otros dos gigantes capitalinos, es ridículo. Tanto AIK como Djurgardens han ganado once ligas y nosotros únicamente hemos logrado una, precisamente once años atrás. Estamos orgullosos de ella, pero no deja de ser una lástima que sólo hayamos conseguido un título a lo largo de nuestra historia...una historia protagonizada por bastantes perdedores, con pocos triunfos y más platas de las deseadas. Ésta es la triste y verdadera historia del Hammarby, el tercer equipo de Estocolmo.

No nos empezamos a hacer un nombre en panorama futbolístico de nuestro país hasta la década de 1970. Entonces nos consolidamos como un equipo habitual en la Allsvenskan, nuestra masa social comenzó a crecer notablemente y jugamos nuestra primera final, la Copa de 1977, que perdimos ante el Östers IF. Un año más tarde decidimos cambiar la imagen del club y para ello, también nuestros colores. Pasamos de los tradicionales amarillo y  negro -colores más propios para un taxi- a combinar blanco con verde. De inicio fue una decisión controvertida, pero uno al final se acaba acostumbrando.

Con nuestros nuevos colores las cosas parecían ir a mejor. Exhibíamos con orgullo nuestra nueva imagen por Suecia y competimos por la liga en 1982 gracias a nuestra fortaleza en casa, especialmente durante la fase regular. Una de nuestras víctimas fue el Göteborg, campeón de la UEFA ese mismo año, que cayó goleado en nuestro estadio en un partido memorable.

A pesar de llegar la final de los play-off para el título, acabamos perdiendo el partido decisivo. Y lo perdimos en casa, por 1-3, desperdiciando así el 1-2 cosechado precisamente ante el Göteborg, que se vengó de la goleada recibida unos pocos meses antes. Aunque el golpe fuese duro, nunca habíamos estado tan cerca del título de liga y teníamos que aprender a valorar lo que habíamos hecho esa temporada. En 1983, el Göteborg nos volvió a arrebatar otro título: en esta ocasión se trataba de la Copa sueca.

Después llegaron los problemas económicos y el descenso de 1988. Encadenamos ascensos y descensos de manera prácticamente consecutiva durante 10 años, demasiado tiempo para nosotros, que entonces nos estábamos empezando a acostumbrar a competir con los mejores equipos de nuestro país pese a no ganar títulos. Fueron años complicados para mi club, que no volvió a la normalidad hasta 1998.

De hecho, estuvimos muy cerca de ganar el título de liga en 1998 siendo un equipo recién ascendido, algo que sí logró el Kaiserslautern esa misma temporada. Fuimos líderes durante muchas jornadas, pero entre la presión, lesiones y alguna sanción no pudimos mantener el liderato y pinchamos con demasiada frecuencia en el tramo final. Finalmente nos tuvimos que conformar con el tercer puesto, que no era poco teniendo en cuenta que un año antes estábamos en Segunda. Entre los jugadores más destacados de ese equipo estaban Lars Eriksson y Hans Eskilsson -este último ahora jugador profesional de póker-.

En cualquier caso, no pudimos igualar los resultados obtenidos en 1998 en las temporadas inmediatamente posteriores. No obstante, pudimos consolidarnos en la Allsvenskan y armar un proyecto que explotaría de manera definitiva -e inesperada- en 2001, el año de nuestras vidas. Porque ése fue el año del título de liga, nuestro único trofeo en 97 años de historia.

Aún seguía Lars Eriksson en nuestra plantilla, pero estaba mejor acompañado que en 1998. Sin embargo, el clima previo a la temporada no era bueno. La prensa atizó al equipo con dureza en los meses de pretemporada y se auguraba un año duro, incluso se hablaba de descenso. Se decía que el equipo era débil porque había muchos jugadores jóvenes cuyo rendimiento era incierto y pocos nombres consagrados. 

La situación económica del club tampoco era óptima y a los pocos meses de temporada se anunció que Sören Cratz, nuestro entrenador, no renovaría su contrato porque el fútbol desplegado por nuestro equipo no era suficientemente atractivo y vistoso. Había que buscar jugar de una manera más entretenida y Cratz, según el punto de vista de la directiva, no lo conseguía en el Hammarby.

Ante esta situación adversa, el grupo se unió más si cabe y llegó uno de los títulos más inesperados logrados jamás en Suecia. Andreas Hermansson se destapó como un buen goleador con 14 tantos, Kennedy Bakircioglü explotó como algo más que una promesa, Christer Fursth aportó experiencia y Suleyman Sleyman y Pablo Piñones ya insinuaban que se acabarían convirtiendo en futbolistas importantes para el club con el paso del tiempo. 

El partido decisivo lo jugamos en casa ante el Örgryte en la penúltima jornada. Si ganábamos seríamos campeones. Y queríamos ganar la liga en casa para poderla celebrar con nuestra afición. Sufrimos y tuvimos que remontar un resultado adverso, pero al final nos impusimos por 3-2 y lo celebramos a lo grande. 86 años más tarde, ganábamos nuestro primer trofeo.

No siguió Sören Cratz, pero al estar entrenando en el Helsingborgs la temporada siguiente tuvimos la oportunidad de homenajearlo como era debido por su trabajo aquí. No recuerdo ningún precedente en el que un entenador fuera ovacionado de esa manera tras un partido por la afición rival, obligándole a dar la vuelta de honor al estadio. Tristemente, esa derrota (y la vuelta de honor) le acabó costando el puesto como entrenador del Helsingborgs.

Anders Linderoth cogió el testigo de Cratz tras su marcha. Él tuvo que lidiar con toda la euforia posterior al título de liga y la decepción que supuso caer claramente en la previa de Champions ante Partizán. Con él rendimos a un buen nivel en liga, siendo subcampeones en 2003 y terceros en 2006. Precisamente en 2006 Linderoth abandonó el club y desde entonces nos vinimos abajo. Empezamos a alejarnos de la parte alta de la tabla y en 2009 llegó el descenso.

Tras dos temporadas en la Superettan, estamos estancados. De hecho, no parece que vayamos a ascender pronto. No estuvimos cerca en los dos años anteriores y tampoco lo estamos esta temporada. De poco sirvió coleccionar otra medalla de plata en 2010 tras perder, una vez más, la final de Copa. En momentos como éste uno se empieza a plantear si es mejor ser un equipo ascensor, encadenando la alegría del ascenso con la posterior decepción del descenso, o si es mejor esperar un poco más para ascender con un equipo capaz de consolidarse en Primera. Como tengamos que esperar mucho más, tendré claro cuál será mi elección. De momento, parece que tendremos que esperar a la cuarta temporada en la Superettan.

sábado, 28 de julio de 2012

También fuimos campeones (XI)

El descenso de la pasada temporada ya era algo aceptado con total normalidad por todo Halmstad. No fue trágico porque una distancia de 14 puntos respecto a los puestos de promoción -y de 20 para la salvación- era demasiado grande, imposible de levantar. Ya sabíamos que tendríamos que pasar, como mínimo, una temporada en Segunda varias semanas antes de que se confirmara el descenso. Era cuestión de tiempo. Pura resignación. Y sorprende que lo viviésemos así teniendo en cuenta que tenemos una tradición -más o menos reciente- de club ganador. Llevábamos 19 temporadas consolidados en la Allsvenskan y, además, tenemos cuatro ligas en nuestro palmarés, las dos últimas cosechadas en los últimos quince años.

Nuestra historia, en general, ha sido bastante mediocre. Nuestros inicios fueron los propios de un club pequeño que busca estabilizarse en la primera división nacional y que tropieza constantemente, desciende y se pasa años luchando por volver a ascender de nuevo. Nosotros no éramos distintos, éste era el perfil de nuestro club. Hasta que un inglés llegó en 1976 y lo cambió todo. Cambió nuestra historia, pero también el fútbol de nuestro país. Su nombre era Roy; Hodgson, su apellido.

De hecho, Hodgson llegó medio de casualidad en 1976. Bob Houghton, un amigo de su infancia, entrenaba al Malmö en los años 70 y lo convenció para que entrenase en Suecia. Así, Hodgson se instaló aquí y empezó a aplicar sus métodos de entrenamiento en el Halmstads. Además de ser extranjero, era novato y la confianza del aficionado, de inicio, no era total. Su inexperiencia la compensaba la confianza de Houghton en él, campeón con el Malmö en 1974 y 1975.

Ambos entrenadores importaron conceptos más propios del fútbol inglés a Suecia. Los adaptaron a lo que tenían, eliminaron las defensas de cinco hombres y, entre otras cosas, sustituyeron los marcajes individuales por los nuevos marcajes en zona. Dotaron a nuestro fútbol -también a nivel nacional, no sólo influyeron en sus equipos- de nuevas variantes tácticas, lo enriquecieron. Este proceso de crecimiento culminó en las exitosas actuaciones del fútbol sueco en Europa, como la presencia del Malmö de Houghton en la final de la Champions de 1979 y las dos UEFAs que ganó el Göteborg, la primera de la mano de Sven-Göran Erikson.

En cualquier caso, gracias a las novedades revolucionarias de Hodgson nos convertimos en el equipo a batir y ganamos la liga en 1976 en su primer año. Roy obró el milagro y se lo agradeceremos eternamente. Con él volvimos a ganar la liga tres años después, demostrando que el primer título no era casualidad, que estábamos haciendo bien las cosas.

Con su marcha en 1980 quedó claro que el mérito de nuestro éxito era de Hodgson. Sin él volvimos a ser un equipo discreto, sin llegar al nivel de mediocridad previo a su llegada, pero sin acercarnos a la excelencia. Poco a poco íbamos volviendo a la normalidad y acabó llegando el descenso en 1987. Regresamos a esa triste etapa en la que encadenábamos constantemente ascensos y descensos.

Hasta 1993. Entonces empezó nuestra segunda etapa gloriosa. Con Freddie Ljungberg a la cabeza -y bien secundado por Joel Borgstrand, Torbjörn Arvidsson, Jesper Mattsson, Niclas Alexandersson, Magnus y Hakan Svensson-, ganamos la Copa en 1995 y la liga en 1997. A este equipo se le fueron sumando nuevas piezas de cierto nivel dentro del fútbol sueco como Mats Lilienberg, Peter Hansson, Stefan Selakovic o Tommy Jönsson. Entre todos ellos contrarrestaron la baja de Ljungberg, que fichó por el Arsenal de Wenger en 1998 por una cifra cercana a los cinco millones de euros.

Estos títulos los ganamos bajo las órdenes de Tom Prahl, un entrenador que venía de sacar buenos resultados con el modesto Trelleborgs. Como Hodgson en su momento, era difícil prever que su etapa en nuestro club sería tan buena y que conseguiría ganar dos ligas con el Halmstads. El título de 1997 fue tan inesperado como nuestra goleada al Göteborg en una de las tardes más felices de nuestra historia. Media docena de goles para dar un golpe de autoridad en la carrera hacia el título en la decimoquinta jornada.

La segunda liga de Prahl, y la cuarta de nuestra historia, la ganamos en el año 2000 con seis puntos de diferencia y mayor comodidad. Ayudó empezar la temporada sumando 18 de los primeros 21 puntos posibles y luego supimos gestionar ese colchón con inteligencia. Sin destacar ninguno con unas cifras espectaculares, fue especialmente importante la aportación de nuestros tres delanteros, Selakovic, Andersson y Bertilsson, ya que marcaron 10, 9 y 8 goles respectivamente, alternándose en su protagonismo goleador constantemente durante la temporada.

Tras la marcha de Prahl, estuvimos cerca de ganar nuestra quinta liga, pero en 2004 el Malmö nos arrebató el título en la última jornada tras nuestro empate contra el Göteborg cuando dependíamos de nosotros mismos. Markus Rosenberg, cedido por el Malmö esa temporada, estuvo muy cerca de arrebatarle el título al equipo al que entonces pertencía. Aquí se acabaron nuestros días de gloria.

En Europa nunca hicimos nada realmente trascendente. Eliminamos en la Copa de la UEFA a Benfica en el año 2000 y a Sporting CP en 2005, pero jamás llegamos a romper barreras más significativas que un bonito pero aislado triunfo en algunas eliminatorias europeas. El fútbol sueco ya no era tan competitivo como antaño.

En cualquier caso, como en las demás épocas exitosas que hemos vivido, poco a poco fuimos a peor. Perdimos a nuestros futbolistas más importantes y llegaron otros que no fueron capaces de ocupar su vacío. Así hasta dejar de competir por títulos y finalmente empezar a sufrir por el descenso hasta que en 2011 ya casi ni nos dolió por lo horrible que fue nuestra temporada. Ahora toca luchar por regresar lo antes posible y, de momento, estamos compitiendo por estar arriba en la Superettan. Espero que los goles de Baldvinsson nos sigan marcando el camino de vuelta a la Allsvenskan.

viernes, 27 de julio de 2012

También fuimos campeones (X)

Nunca hemos sido uno de los equipos más poderosos de nuestro país ni tampoco hemos estado a la altura de esos clubes con más de diez títulos de liga en sus vitrinas, como Wisla Krakow, Górnik Zabrze o Ruch Chorzów, que han dominado el fútbol polaco durante varias épocas. De hecho, tenemos muchísimos menos títulos que ellos, sólo dos campeonatos de liga. Nuestra ciudad, con la aportación del Widzew Lodz puede llegar a contar seis ligas. Incluso ellos nos doblan en títulos.

Pero, pese a poseer pocos trofeos, estamos orgullosos de ellos. Nuestra mejor época llegó en la década de los 50, cuando alcanzamos el subcampeonato de liga y ganamos nuestra primera y única Copa, en 1957. Posteriormente seguimos con nuestra progresión ascendente y nos impusimos por primera vez en la Ekstraklasa. Nos valió con sumar un punto más que el Polonia Bytom, actualmente hundido en las profundidades del fútbol polaco.

Una figura importante de ese equipo, y por ende de nuestra historia, fue Wladyslaw Król, el entrenador que nos condujo hacia la liga. En su momento -antes de la Segunda Guerra Mundial- ya fue jugador de nuestro equipo y llegó a marcar, según se cuenta, 295 goles. No obstante, Król también se dedicaba al hockey sobre hielo y llegó a representar a nuestro país en los Juegos Olímpicos de invierno de 1936 en Garmisch-Partenkirchen. Finalmente acabó siendo entrenador del equipo en el que jugó durante gran parte de su carrera y lo hizo con éxito, como bien indican los títulos conseguidos en esa etapa.

A partir de la década de los 60, pasamos a una etapa de mediocridad total. Casi siempre en Primera, eso sí, pero siempre lejos de cualquier título. Lo de 1958 había sido más una suerte, una casualidad, un nivel que difícilmente podíamos mantener. Pasaron algunos futbolistas de renombre por nuestro club, como el portero Jan Tomaszewski, que era el titular de la genial generación del Mundial de 1974. Para el recuerdo queda su protagonismo en el milagro polaco de Wembley que nos clasificó para ese Mundial, donde quedamos terceros.

Más allá de unos pocos nombres internacionales con Polonia, el LKS Lodz únicamente era capaz de estar temporada tras temporada en la parte media de la clasificación. Tiene mérito ser el cuarto equipo que ha estado más temporadas en primera -sólo por detrás de Legia Warsaw, Wisla Kraków y Ruch Chorzów- pero es algo decepcionante si no puedes competir con nadie ni por nada. No nos entristecía esta situación, pero tampoco nos acababa de llenar.

En cualquier caso, nuestra historia fue así de monótona hasta la temporada 1997-98. Bueno, un poco antes las cosas fueron a mejor: logramos un tercer puesto en 1993 y jugamos la final de Copa en 1994. La situación recordaba un poco a la de la década de los 50. Además tuvimos un dúo de entrenadores en esa época que nos dio muchos éxitos. La figura más destacada era la de Ryszard Polak, pero también fue muy importante el papel de Marek Dziuba, ex jugador del club y de la selección polaca de 1982, nacido en Lodz, y que ya conocía la entidad.

Si pasamos a hablar de nuestra plantilla, juntamos una buena generación como para ganar el título. Marek Saganowski, Boguslaw Wyparlo, Tomasz Cebula, Miroslav Trzeciak, Tomasz Wieszczycki, Wiltord Bendkowski o Tomasz Klos, la mayoría con experiencia (anterior o posterior al título) en el extranjero. Los juntamos a tiempo y nos llevamos una liga muy apretada donde estábamos cuatro equipos compitiendo hasta el final. Pero no impusimos por encima del Polonia Warsaw, Wisla Kraków y Widzew Lodz, nuestros vecinos y rivales, que habían ganado las dos últimas ligas. A base de conjuntar un equipo con jugadores de nivel medio-alto en Polonia superamos a equipos con mayor historia y calidad.

Pero, como en otras ocasiones, fue un mero espejismo. La temporada posterior acabamos undécimos. Y dos años después llegó el descenso, un golpe duro para un equipo que había sido campeón un par de años antes. El golpe dolió tanto que casi encadenamos dos descensos en tres temporadas y pasamos seis temporadas hundidos en la I.Liga. De hecho, en 2006 ascendimos los dos equipos de Lodz. Futbolísticamente hablando, fueron años muy duros para nuestra ciudad.

Cuando parecía que volveríamos a la normalidad, vinieron los problemas económicos. De hecho, éstos afectaron a los dos equipos de la ciudad. No se nos concedió la licencia para disputar la temporada 2009-10 en la Ekstraklasa y nos bajaron a Segunda mientras que tampoco se permitió el ascenso del Widzew a Primera.

La broma del descenso nos costó dos temporadas más en Segunda. Empezábamos a ser un equipo más habituado a la I.Liga que a la Ekstraklasa... y eso que somos el cuarto que ha jugado más temporadas en la primera división polaca, como os contaba antes (y quintos de la clasificación histórica). Pero de momento seguimos siendo un equipo ascensor. No nos pudimos mantener en Primera la pasada temporada. Por otra parte, lógico, visto que únicamente ganamos 5 partidos. 

En cualquier caso, está claro que es mucho mejor estar en la Ekstraklasa de manera regular, sin sufrir ni aspirar a nada, que pasarse descendiendo y ascendiendo categorías constantemente. No sólo porque la alegría del descenso se convierte en algo habitual y por lo tanto menos valorado, sino porque nosotros queremos competir contra los mejores de Polonia año tras año y mantenernos allí. Espero que podamos estabilizar esta situación pronto. De momento toca luchar por otro ascenso.

jueves, 26 de julio de 2012

También fuimos campeones (IX)

Ser el club más antiguo de tu país implica tener una rica y larga historia, pero no que ésta sea exitosa. Esto se cumple con mi club, el más antiguo de Suiza, el FC St. Gallen. Somos más conocidos por ser el equipo en el que se retiró Marco Tardelli o por ser quienes trajimos a Iván Zamorano al fútbol europeo que por nuestros títulos. Nacimos en 1879 y sólo hemos ganado dos ligas y una Copa desde entonces.

Por esta razón nos hizo tantísima ilusión ganar la liga en la temporada 1999-00. No dejábamos de ser un equipo de media tabla que ganó la liga 96 años después para la alegría de su pequeña ciudad, de menos de 75.000 habitantes. Además, demostramos ser los mejores durante todo el año. Primero, fuimos los campeones de la primera fase de la temporada, de 22 partidos, sacándole 8 de ventaja al Basel, segundo clasificado.

Pero por el formato de antaño de la liga suiza, los puntos se dividían entre dos y los ocho mejores equipos seguían compitiendo por el título, recordando al actual sistema belga. En cualquier caso, también sumamos la mejor puntuación en la segunda fase, de 14 partidos, y por lo tanto ganamos de manera clara el campeonato. De esta manera nos impusimos al sorprendente Lausanne, al poderoso Basel y al Grasshopper, entonces dominador del fútbol nacional.

Uno de los futbolistas más recordados del año del título de liga fue el ghanés Charles Amoah, autor de 25 tantos. Pese a no tener una buena pierna izquierda, con su derecha y sus buenos remates de cabeza nos alegró muchas tardes y decidió partidos ajustados. Entre los otros hombres importantes de nuestro equipo se encontraban el otro delantero, el rumano Ionel Gane; el central Marco Zwyssig; el centrocampista suizo internacional con Canadá, Daniel Imhof; y nuestro guardamenta y capitán, con más de 250 partidos en nuestro club, Jörg Stiel.

También había en ese equipo uno de los mayores mitos del club, el único futbolista al que consideramos tan importante como para retirarle el número. Él era Marc Zellweger, defensa en los mejores tiempos del club y también en otros momentos no tan buenos. Jugó 518 partidos con nuestra camiseta y ante un jugador que lo dio todo por nuestro club durante tanto tiempo sólo podíamos homenajearle retirando su dorsal, el 17. Tuvimos la fortuna de cruzarnos la pasada temporada con su nuevo equipo, el SC Brühl (también de St. Gallen), y la afición lo trató como se merecía. Fue uno de los momentos más bonitos de la última campaña liguera pese a estar en la segunda división.

Pero nuestro paso por la segunda división suiza vendrá un poco más adelante. Primero hay que hablar de la aventura europea posterior a cualquier título. Sin contar la Copa Intertoto, no jugábamos un partido de competición europea desde 1985. Así que nos hizo especial ilusión jugar la previa de la Champions ante el Galatasaray, a pesar de caer eliminados por poco, ya que casi remontamos el 1-2 encajado en el partido de ida. En cualquier caso no hay que olvidar que ellos venían de ganar la UEFA el año anterior.

La eliminación en Champions no supuso quedar fuera de los partidos de competición europea. Tuvimos una nueva oportunidad en la UEFA, competición menor pero igual de importante para nosotros. Nuestro primer rival fue el Chelsea. A priori, tenía que ser el último. Perdimos el partido de ida en Stamford Bridge, pero remontamos la eliminatoria en casa en una noche maravillosa, casi tanto como la de celebración del título de liga. El partido de nuestras vidas. O, como mínimo, de la mía. Una alegría totalmente inesperada ante un equipo mucho mejor que el nuestro. En la siguiente ronda nos eliminaría el Brujas, pero ya habíamos cumplido con nuestro papel dando guerra en Europa.

Jamás volvimos a alcanzar ese nivel futbolístico. El título fue un espejismo dentro de nuestra desierta historia, prácticamente vacía de triunfos. Por aquí pasaron algunos jugadores relativamente famosos, como Tranquilo Barnetta, mientras volvíamos a la mediocridad que nos ha caracterizado durante estos 133 años de historia. Primero llegó el descenso de 2008 y luego otro en 2011 pese a la aportación del ahora jugador del Basel Fabian Frei. Eran días difíciles.

Afortunadamente, estos dos episodios en la Challenge League fueron cortos, de tan solo un año. Este año hemos regresado a Primera y queremos seguir allí durante mucho tiempo. Tenemos a buenos futbolistas, como Scarione, Nushi o Modou para mantenernos en la máxima categoría nacional durante bastante tiempo. El objetivo es poder volver a gozar de una cierta estabilidad y no sufrir por el descenso. Estaría bien poderlo lograr. Y no, no pido títulos. Cosas como la del año 2000 sólo pasan una vez en la vida.

miércoles, 25 de julio de 2012

También fuimos campeones (VIII)

Mi ciudad nunca ha destacado por sus éxitos futbolísticos. Sí que existen dos clubes con más de cien años de historia y con algunos títulos de liga en su palmarés, pero la cantidad de trofeos conseguidos no es equiparable a la de los equipos históricos de Viena o a los del emergente -y ya consolidado a nivel nacional- Red Bull Salzburg. Así que podríamos decir que Graz es más conocida por su estrecha relación con la comunidad eslovena que habita la ciudad que no por sus equipos de fútbol.

Sin embargo, el Sturm Graz rompió en 2011 una sequía de 12 años sin ganar el título de liga. Se proclamaron campeones precisamente cuando nosotros nos encontrábamos estancados en la tercera división del fútbol austríaco, un buen momento para recordarnos que no hace tanto tiempo, en 2004, fuimos nosotros quienes conquistamos el título. Fue nuestra primera liga; también la última. Y coincidió precisamente con la peor temporada del Sturm Graz en la última década, cuando se quedaron a pocos puntos del descenso. Porque el Grazer AK también tuvo sus días de gloria.

Nuestra época de esplendor empezó a mediados de la década de los 90. Hasta ese momento podríamos resumir la historia de mi club en el título copero logrado en 1981 y en formar parte de la Bundesliga casi cada temporada. Pero nuestra historia no era la de un equipo exitoso, ni tampoco particularmente popular, y pasamos casi un lustro en la segunda división antes de nuestros mejores años. Puede sorprender, pero realmente fue así.

Tras unos años pasándolo mal, con el ascenso las cosas fueron a mejor. Nunca estuvimos en la parte baja de la clasificación y encadenamos varias temporadas siendo terceros en liga. Nos convertimos en un club de clase media que se codeaba con la élite de Austria. Además, complementamos las buenas actuaciones ligueras con dos títulos de Copa, uno en el año 2000 y el otro en 2002. El triunfo de 2002 fue especialmente gratificante: una victoria por poco margen ante el rival ciudadano, el Sturm Graz.

La cuestión es que íbamos a mejor. Hasta llegar a la que indiscutiblmente ha sido la mejor temporada de nuestra historia, la 2003-04. El año del doblete. Nuestra primera liga. Y nuestro cuarto título copero. Ya habíamos avisado con los pequeños triunfos coperos y el subcampeonato logrado en 2003.

Ese verano se habían marchado futbolistas importantes como Ales Ceh, Peter Halmosi o Boban Dmitrovic, pero sorprendentemente no les echamos de menos. Jugadores como René Aufhausen, Mario Tokic o Mario Bazina se consolidaron como pilares de nuestro equipo y eso les valió un contrato en equipos de mayor prestigio en Austria posteriormente. Otro de los descubrimientos de la temporada fue Emanuel Pogatetz, que con 20 años ya había debutado con la selección absoluta. Pero el ahora central del Wolfsburg no fue tan importante como el goleador Roland Kollman, que anotó 27 goles en 32 partidos de liga, protagonizando muchos tantos para el recuerdo. Él fue uno de los culpables de que una vez acabada la temporada no nos acordáramos de nuestro mal inicio, en el que solo sumamos 5 puntos en los primeros 6 partidos.

Conseguimos el título con una jornada de antelación gracias a una contundente derrota, e inesperada, del Austria Wien en el campo del Mattersburg. Cerramos la temporada con la victoria en la Copa, que significó el primer doblete de nuestro club. Sufrimos para ganar al Austria Wien, la suerte nos sonrió en la tanda de penaltis. En cualquier caso, ganamos la Copa y Bundesliga y esto nos permitió optar a estar en la fase de grupos de la Champions League, donde podríamos haber llegado de no haberse cruzado el Liverpool en nuestro camino. Nos eliminaron, pero nadie nos quitará nuestra victoria en Anfield con un gol sensacional de Tokic. Podemos decir que ganamos al campeón de esa edición de la Champions. Y lo hicimos en su mítico estadio.

A partir de ese momento todo fue a peor. Nuestros mejores futbolistas se marcharon a clubes y ligas más competitivas y la situación económica del club fue empeorando. Tanto como para declararnos en quiebra en marzo de 2007, cuando aún no se habían cumplido ni tres años del doblete. Eso implicó una sanción de 28 puntos que nos envió directamente a las plazas de descenso, de donde no pudimos salir. Pero no descendimos a la segunda división, sino que lo hicimos directamente a Tercera porque no obtuvimos la licencia para competir en Segunda por culpa de la mala gestión económica del club.

Ahora, tras un lustro en la Regionalliga Mitte, aún no hemos conseguido ascender. Esta temporada impusimos nuestro nombre e historia por encima de los demás equipos en la liga regular y fuimos muy superiores al resto. Pero tuvimos la mala suerte de cruzarnos en el play-off de ascenso con el Hartberg, un equipo que se estaba jugando la permanencia tras un año horrible en la 1.Liga (equivalente a la segunda división). Se notó la diferencia de categorías y caímos de manera clara por un 3-0 en el global de la eliminatoria. Así que tocará esperar un año más para estar un poco más cerca de la Bundesliga austríaca. Cada vez falta menos para el primero de los dos ascensos, que nos está costando demasiado. Éste será nuestro sexto año en las profundidades del fútbol nacional... y ganamos el doblete hace tan sólo 8 años.

martes, 24 de julio de 2012

También fuimos campeones (VII)

Hay pocas cosas peores que ser aficionado de un club que no existe. De hecho, este año se cumplen 10 años de la desaparición del mío, que ganó en tres ocasiones la Bundesliga de Austria. Y ganamos esos tres títulos de manera consecutiva. Si me lo permites, te contaré alguna cosa sobre nuestros nueve años de historia.

Pero primero, para entender nuestra breve historia, hay que remontarse al convulso pasado de los clubes establecidos aquí, en Innsbruck. Históricamente, el club más importante ha sido el SSW Innsbruck (que tiene su origen en la fusión de Wacker Innsbruck y SV Wattens), que en 1986 recuperó el nombre de Wacker Innsbruck. Esto produjo una fractura social en el club, ya que se decía que había perdido parte de su identidad, y de su división se formó un nuevo club -el FC Swarovski Tirol- fundado en 1986. El FC Swarovski obtuvo la plaza en la Bundesliga austríaca en 1986 y el Wacker Innsbruck se vio obligado a jugar en la octava categoría nacional.

El FC Swarovski Tirol desapareció repentinamente en 1992 y el Wacker Innsbruck recuperó su plaza de cara a la temporada 1992-93. Pese a cuajar una buena temporada -quinta posición-, en 1993 apareció un nuevo club en nuestra ciudad, el FC Tirol Innsbruck, con el que me aficioné al fútbol. Y una vez más, a pesar de las protestas de los aficionados del Wacker Innsbruck, nos dieron su plaza en la Bundesliga y ellos regresaron a la cuarta división, donde se encontraban en 1992. Nacimos entonces y ya lo hicimos en primera división.

En ese momento la estabilidad llegó a Innsbruck a nivel futbolístico. Nuestro club no era uno de los mejores pero tampoco sufríamos por el descenso. De vez en cuando intentábamos competir por un puesto en Europa y nos convertimos en un equipo asiduo a la media tabla. Aún estaban los que nos llamaba Swarovski o Wacker Innsbruck, pero como mínimo yo tenía claro que éste era un club distinto, aunque vestíamos de verde, de un modo muy similar a los segundos. Poco a poco mi simpatía fue creciendo y empecé a ir al estadio con asiduidad.

En cualquier caso, si alguien cambió nuestra trayectoria fue Kurt Jara, entrenador del club entre 1999 y 2001. Jara fue en su época, por lo que me contaron, un centrocampista nacido en nuestra ciudad que había jugado con el Wacker Innsbruck antes y después de la fusión con el SV Wattens y que incluso había llegado a ser internacional con la selección en varias ocasiones. Tras unos meses de emergencia con Jara como entrenador, llegó su primera temporada completa en nuestro banquillo. Y ésta fue maravillosa. Con futbolistas de cierto cartel en nuestro país nos alzamos con la liga por primera vez desde nuestra aparición en 1993. Los Cherchesov, Kogler, Scharrer, Mair, Knavs, Gilewicz, Kichler -actual entrenador del Wacker-, Jezek y compañía nos hicieron disfrutar muchísimo esa temporada, tanto como para llevarnos hacia el campeonato, superando al Sturm Graz por 3 puntos.

De hecho, esta generación encadenó dos títulos de liga consecutivos bajo el mandato de Kurt Jara, que ganó también la liga en 2001 prácticamente con el mismo bloque. En octubre de ese año recibió una oferta de uno de los clubes más importantes de Alemania, el Hamburgo, y decidió marcharse al país vecino. Su lugar lo ocupó un alemán que había hecho un buen trabajo en el Stuttgart unos años atrás pero que había acabado entrenando en Turquía sin demasiado éxito. Su nombre era Joachim Löw, creo que te sonará su nombre. Sí, nos entrenó el actual seleccionador alemán.

Löw supo darle continuidad al trabajo de Jara y volvimos a ser campeones de liga. Con él empezaron a tener mayor protagonismo el portero Marc Ziegler o el atacante Wilfried Sanou, ambos con cierto recorrido en la Bundesliga alemana posteriormente. Los diez puntos de ventaja respecto al Sturm Graz fueron un buen reflejo del trabajo realizado esa temporada, no habíamos notado la baja del anterior entrenador. Éramos los mejores de Austria y parecía que podíamos dominar eternamente el fútbol de nuestro país.

No en Europa, donde siempre caíamos muy pronto. Pese a ganar la liga, no conseguimos clasificarnos para la fase de grupos de la Champions League, que era la siguiente barrera a superar. Quizás lo hubiésemos conseguido de cara a la temporada 2002-03 con Joachim Löw, pero pocos nos esperábamos un final tan repentino de nuestra bonita historia.

El club acumulaba deudas, muchas deudas, más de las que se habían publicado en la prensa. Y, a pesar del éxito del equipo, éste no conseguía reducirlas. Así que tuvimos que declararnos en bancarrota y acabamos desapareciendo de una manera tan rápida como aparecimos en su día.

En 2002 se fundó el nuevo Wacker Innsbruck, que había desaparecido en 1999, entonces hundido en la séptima división del fútbol austríaco. La intención de este nuevo club era recoger el testigo del FC Tirol Innsbruck, pero yo no lo acabo de sentir como mío. Los colores son los mismos, también el estadio. Pero no disfruto ahora tanto como lo hice con el Tirol Innsbruck, no lo siento tan cercano. Me alegra que un equipo que representa mi tierra se esté asentando de nuevo en la Bundesliga, pero ni un título suyo igualaría la alegría que me causó cualquiera de los tres conseguidos anteriormente, sea el de 2000, 2001 o 2002. Así que soy un aficionado al fútbol sin club. O a un peor, soy fiel a los colores de un club que, al menos para mí, ya no existe.

domingo, 22 de julio de 2012

También fuimos campeones (VI)

Aunque nos han acompañado otros dos equipos históricos, un descenso siempre hace daño, mucho daño. De hecho, empezamos a conocer demasiado bien la 2.Bundesliga, ya que hemos estado allí en cuatro de las últimas diez temporadas. Sin embargo, no hay que olvidar que somos el noveno club en la clasificación histórica de la Bundesliga. Y hemos ganado un par de veces la Bundesliga. El Kaiserslautern no es un equipo cualquiera.

La historia de nuestro club ha pasado por dos décadas especialmente gloriosas. O, como mínimo, así lo indican los títulos que hemos ganado en nuestros 112 años de existencia. Pese a dominar a nivel regional durante los años 40 gracias a los goles de los hermanos Ottmar y Fritz Walter, nos hicimos con un nombre en Alemania en la década de los 50, cuando llegó nuestro primer título nacional. Ganamos el título en 1951 y en 1953 y aportamos cinco futbolistas a la selección alemana campeona del Mundial de 1954, demostrando que entonces éramos el mejor equipo. Tal fue la marca que dejaron nuestros primeros mitos que nuestro estadio actualmente recibe el nombre de Fritz Walter, el primer futbolista alemán en levantar una Copa del Mundo.

Sin embargo, a partir de 1961 el fútbol alemán se reorganizó. Formamos parte de los primeros 16 equipos que disputaron la Bundesliga, pero entonces ya sólo quedaba uno de nuestos cinco campeones del mundo, Werner Liebrich. No volvimos a dominar en Alemania como antaño a pesar de disputar varias finales de Copa -especialmente en los años setenta- remontar un partido histórico ante el Bayern o alcanzar en 1982 las semifinales de la UEFA. En 1982 caímos ante el Göteborg en la prórroga y los suecos evitaron que se disputara la primera final europea entre equipos alemanes. De ese equipo que protagonizó varias noches mágicas, como un 5-0 ante el Real Madrid, sólo Hans-Briegel llegó a ir convocado al Mundial de España '82. En ese equipo también estaba Andreas Brehme, que años más tarde acabaría siendo un futbolista importante en la selección alemana.

La década de los 90 empezó muy bien para el Kaiserslautern. Ganamos el título de Copa en 1990 tras ser duodécimos en liga y aun cayendo en la primera ronda de la Recopa completamos una temporada excepcional en liga que nos valió para conseguir nuestro primer título para celebrar el trigésimo aniversario de la Bundesliga. Así, de manera totalmente sorprendente, ganamos la última liga disputada únicamente por equipos de la extinta RFA. Era, de largo, la mayor alegría de la historia reciente de nuestro club (posterior a la fundación de la Bundesliga) gracias a -entre otras cosas- los goles de Hotic, Labbadia y Kuntz. Acabamos 1991 en una nube.

Con el título de la Bundesliga volvieron las grandes noches europeas y nuestro debut en Champions. En esta ocasión, la travesía europea fue mucho más breve de lo esperado ya que fue bruscamente interrumpida por el famoso gol de Bakero que metió al FC Barcelona en la penúltima ronda de la Copa de Europa. Como mínimo, ya que la disputábamos, caímos ante el campeón, como en la UEFA de 1982, y vivimos una noche única ante ellos en Kaiserslautern, aunque lamentablemente no tuvo final feliz para nosotros.

Un par de años más tarde rozamos el título de liga. El Bayern se impuso en la temporada 93-94 por un único punto. Y no nos quedamos lejos en 1995, cuando acabamos la temporada a tres puntos del Dortmund, campeón ese año. Sin ser la nuestra una historia llena de alegrías, parecía que volvíamos a vivir una buena etapa de nuevo, compitiendo en Alemania y jugando a menudo en competiciones europeas aunque fuera sin demasiada suerte.

Pero de una manera tan inesperada como cuando llegó el título de liga en 1991 llegó el descenso a la 2.Bundesliga. El Kaiserslautern era uno de cuatro equipos fundadores de la Bundesliga que nunca había bajado y esa misma temporada descendió junto al Eintracht, que tampoco había descendido nunca. Entonces jugaban en nuestro equipo futbolistas como Mark Schwarzer, Andreas Brehme, Pavel Kuka o Miroslav Kadlec, estos dos últimos subcampeones de la Eurocopa ese mismo verano. Una temporada para olvidar que nos sorprendió en plena época de bonanza. Con el descenso quedaba en un segundo plano el título copero conseguido ese año ante el Karlsruher.

Afortunadamente, el paso por la segunda categoría del fútbol alemán fue muy breve. Se quedaron varios futbolistas que protagonizaron el descenso, gesto que gustó a la afición -como los ya citados Brehme, Kadlec, Kuka- y llegó Otto Rehhagel para devolvernos a la élite. El equipo logró ascender con una amplia diferencia, relativa facilidad e incluso suficiencia. Aunque la adaptación a la nueva división tras un descenso no siempre es fácil y nunca habíamos jugado en la 2.Bundesliga, el ascenso se podía considerar algo previsible, no como lo que ocurriría la temporada siguiente.

De inicio nuestro objetivo era el de asegurar la permanencia lo antes posible. Empezamos la temporada de una manera formidable, ganando 6 de los primeros 7 partidos que disputamos, incluyendo el debut en el campo del Bayern. Casi sin quererlo el equipo empezó a encadenar buenos partidos y resultados, nos acostumbramos a ganar como si no se hubiese producido un salto de categoría. Eso sí, durante los últimos meses notamos la presión ante lo que podíamos coneguir y empatamos varios partidos que pusieron en riesgo la liga. No obstante, ganamos el título con una jornada de antelación tras golear al Wolfsburgo en casa. Finalmente, habíamos logrado pasar en 12 meses del infierno de la 2.Bundesliga a alzar la Bundesliga. Al bloque que había descendido se le sumaron futbolistas como Buck, Sforza o Ballack y la espectacular temporada de Olaf Marschall (21 goles en 24 partidos), ya que con su aportación conseguimos la mayor hazaña de nuestra historia, ¡mucho más grande que el título de 1991! ¡Tras el peor episodio de la historia del club, tras su único descenso (y temporada) en segunda habíamos ganado la liga siendo un simple recién ascendido!

Después del título, el rendimiento del equipo fue empeorando de manera progresiva. Quintos en liga y eliminados por el Bayern en la Champions (6-0 de global en la eliminatoria de cuartos de final), el equipo no volvió a repetir los mismos resultados tras el cambio de siglo. Cada vez estábamos más abajo en la clasificación y empezamos a rozar los puestos de descenso. Hasta que caímos en ellos y descendimos por segunda vez en nuestra historia en 2006, dejando un sabor amargo en Kaiserslautern, pues ese verano acogimos 5 partidos del Mundial en nuestro campo.

Llegó una larga travesía de cuatro temporadas en segunda división. Demasiado tiempo para un equipo que estaba acostumbrado a visitar año tras año los estadios del Bayern o Borussia Dortmund. En 2010 llegó el ascenso y luego cuajamos una temporada 2010-11 en la que no sufrimos apuros para mantener la categoría. Pero todo fue un espejismo porque esta temporada apenas plantamos cara para mantenernos en la Bundesliga, descendiendo de nuevo. Esto empieza a parecerse a un equipo ascensor y el Kaiserlsautern cada vez nos hace sonreír y gritar con menor frecuencia. De hecho, nuestra trayectoria en el siglo XXI es para olvidar si la comparamos con nuestros primeros 100 años de historia. Aunque para el consuelo queda que nuestro último título de liga vino tras un ascenso... y creo que todos los aficionados del FCK volveríamos a firmar dos temporadas como las 1996-97 y la 1997-98. Porque ese recuerdo no nos lo podrá quitar nadie. Y el sueño de aspirar a repetir algo similar en el futuro tampoco.

También fuimos campeones (V)

Ya han pasado 11 años desde que hicimos historia en nuestro país. El fútbol de nuestra tierra ha estado dominado tradicionalmente por los tres grandes equipos de la nación, los dos gigantes capitalinos y nuestro equipo vecino. Más que tradicionalmente, perpetuamente. Únicamente se rompió dicha hegemonía en 1946 antes de que nosotros ganáramos la liga en 2001. Ese año la pantera ajedrezada se comió a águilas, leones y dragones.

Aunque generalmente hemos sido un equipo habitual en la primera división de Portugal - 50 temporadas en Primera para ser los octavos de la clasificación histórica- también éramos el prototipo de la clase media de nuestro país. Habíamos tenido alguna aventura europea e incluso alguna noche mágica ante equipos de talla mundial -nunca olvidaré esa noche de UEFA ante el Inter en la que hicimos un gran partido pero que casi no nos vale para pasar de ronda- pero nunca habíamos aspirado a nada serio en Portugal, era una utopía soñar con desbancar a Benfica, Porto y Sporting. Únicamente estuvimos cerca en la temporada 1975-76, cuando acabamos segundos a un par de puntos del Benfica.

Cierto es que notamos una progresión notable durante la década de los 90. Empezamos a superar a alguno de los tres gigantes de vez en cuando y nos consolidamos como el cuarto equipo del país. Ganamos un par de finales de Copa y perdimos otra -caímos goleados ante Benfica, uno de los partidos más duros de la década para nosotros- e incluso fuimos subcampeones de liga 23 años después, esta vez por detrás de nuestros vecinos, el Porto.

El subcampeonato conseguido en 1999 nos dio la posibilidad de disputar la Champions League y visitar varios de los estadios más míticos de Europa. No tuvimos demasiada suerte y recibimos un duro golpe el día de nuestro debut al perder de manera contundente ante el Rosenborg en casa. Poco a poco fuimos mejorando y plantamos cara en el Westfalenstadion y sacamos un meritorio empate de De Kuip. A pesar de ser últimos de nuestro grupo, dimos la cara hasta el final y acabamos con una victoria de mérito ante el Borussia Dortmund, que también cayó eliminado.

Pero no alzamos la gloria hasta 2001, cuando imitamos a Os Belenenses y ganamos la liga contra todo pronóstico. No era cuestión de superar a uno de los tres grandes, sino de superarlos a todos a la vez. Y lo conseguimos, aunque con un único punto de margen a final de temporada. 55 años después, alguien lo volvió a lograr en Portugal. Lo conseguimos nosotros, el Boavista.

Quizás la experiencia previa en Champions había hecho que el equipo madurara y estuviese más preparado para las situaciones de exigencia que vivimos esa temporada. La presión era enorme y la rivalidad entre los dos candidatos crecía día tras día. No obstante, ganamos la liga con una jornada de antelación, celebrando el título en nuestro estadio ante el Desportivo Aves, y nos permitimos caer goleados ante el Porto, subcampeón, en el último partido de liga. Ya no importaba, llevábamos 12 partidos consecutivos sin perder y la liga era nuestra. Y lo era gracias a futbolistas como Ricardo, Erwin Sánchez, Pedro Emanuel, Petit, Silva, Duda, Litos, Rui Bento, etc. Además de buenos nombres en esa época, el trabajo colectivo fue envidiable, como creo que reflejan los pocos goles encajados ese año (22 en total, sólo 3 derrotas). Y eso que Silva fue nuestro máximo goleador con 11 goles, una cifra bastante discreta.

Con el título llegó una segunda oportunidad para jugar la Champions League. Caímos en un grupo complicado. Volvió a tocar el Dortmund, además del Dynamo de Kiev -semifinalista unos pocos años antes- y el gran Liverpool. De hecho, debutamos en Anfield y sacamos un puntito, nuestro único fuera de casa. Luego aseguramos 7 puntos en Porto y pasamos a la segunda fase de grupos. En la siguiente ronda no tuvimos ninguna oportunidad de superar a Manchester United o Bayern München, pero sacamos un empate a cero ante los bávaros que aún recordamos diez años después. Y fuimos mejor que el Nantes, con quien nos peleamos para no ser colistas. En liga superamos una vez más al Porto, pero nos quedamos a cinco puntos de Sporting CP, campeón. Lo nuestro iba en serio y, además, éramos optimistas con un joven futbolista de banda que estaba empezando a disputar sus primeros partidos con nuestra camiseta, José Bosingwa.

No nos clasificamos para la fase de grupos de la Champions al perder ante el Auxerre en la última ronda previa y eso supuso un duro revés para nosotros, aunque Sporting CP nos acompañó al caer también en esa misma ronda. No obstante, decidimos aprovechar nuestra oportunidad en la Copa de la UEFA. Era una competición en la que podíamos cuajar una buena actuación y, aunque nos olvidamos de la liga (acabamos décimos) fuimos avanzando rondas poco a poco: primero cayó el PSG, luego el Hertha Berlin, posteriormente el Málaga hasta plantarnos en las semifinales. El rival era el Celtic. Una eliminatoria que decidió uno de los mitos más grandes que ha jugado en el equipo escocés, uno de los delanteros más temidos en su mejor momento por todo el panorama europeo, Henrik Larsson. Él evitó una final portuguesa de la UEFA en Sevilla. 8 años después la veríamos en Dublín... pero nosotros ni siquiera nos acercamos a ella.

Con ese gol murió el Boavista más glorioso que llegaremos a ver jamás, el único que fue capaz de ganar la liga. Tras haber relativizado las bajas de futbolistas de la talla de Pedro Emanuel y Petit, se marcharon Ricardo, Elpídio Silva, Erwin Sánchez y Bosingwa. Raul Meireles no aguantó demasiado en el equipo sin ellos y poco a poco nos fuimos hundiendo, regresando a una mediocridad que casi no recordábamos tras una década maravillosa. Pero lo peor no llegó aquí. Hubo dos cosas más.

La primera, la Eurocopa de 2004. Eso implicó la construcción de un nuevo estadio, el Estádio do Bessa, totalmente nuevo, inaugurado a finales de 2003. Demasiado dinero para el Boavista, más allá de que el estado portugués ayudara a pagar un 15% de su coste. Y esa deuda la fuimos arrastrando en los años posteriores a nuestros éxitos, facilitando la venta (obligada en algunos casos) de nuestros mejores futbolistas, éramos incapaces de retenerles. La celebración de la Eurocopa en nuestro estadio, que tenía que ser en una celebración, se acabó convirtiendo en una enorme deuda.

La segunda nos hundió definitivamente. Descenso administrativo por supuesta corrupción arbitral en la temporada 2003-04. Porto y Boavista investigados... y sólo descendimos nosotros mientras que el Porto salió prácticamente inmune del caso, sólo con 6 puntos de sanción. El caso se empezó a investigar en 2007, varios años más tarde y nosotros ya disputamos la temporada 2008-09 en Primeira Liga mientras el Porto se proclamaba campeón de liga.

Mientras nuestros vecinos ganaban la liga, el Boavista se hundía. Con el descenso, llegó una profunda depresión y un nuevo descenso, el segundo consecutivo. El club se iba a pique y seguimos igual, intentando levantar una situación que no tiene pinta de poder mejorar. En estos momentos uno se da cuenta de lo difícil que es ascender en Portugal, ya que primero tenemos que ser campeones de nuestro grupo en la tercera división nacional para luego no ser el peor de los tres campeones regionales en una liguilla final que disputan entre ellos. Y de momento no nos hemos acercado a esta última ronda. Nuestra precaria situación económica no ayuda a revertir la situación y confiamos en que aparezca pronto una buena generación de jóvenes futbolistas, alguna cesión, algo de suerte y empujemos un poco por escudo e historia. Estamos en un momento muy delicado y ya son dos temporadas hundidos en la Segunda Divisao, camino de una tercera. Mientras el fútbol portugués está de fiesta con sus tres plazas para la Champions League o la final de Europa League entre Porto y Sporting Braga de 2011, nosotros intentamos salir de nuestro pozo particular.

Hace once años ganamos la liga superando a nuestros vecinos. Hace diez jugábamos en el Olympiastadion, Anfield, y Old Trafford. Hace nueve nos quedamos a un paso de disputar una final europea en Sevilla. Y ya son ocho desde que nuestro estadio acogió a la campeona de Europa, la decepción alemana ante Letonia y un dudoso empate entre Suecia y Dinamarca que eliminó a Italia. Aquí han jugado Ricardo, Meireles, Bosignwa, Erwin Sánchez, Petit, Nuno Gomes y hasta Hasselbaink. Y estamos en la tercera categoría del fútbol portugués. Costará, pero saldremos de ahí. No podemos dejar que nuestra camiseta ajedrezada no represente la historia de nuestro club en el lugar que realmente merece. Aunque el camino de vuelta está siendo duro. Pero si ganamos el título de liga en su día tenemos que creer que podemos lograr cualquier objetivo por difícil que sea.

sábado, 21 de julio de 2012

También fuimos campeones (IV)

Juan Domínguez, uno de los canteranos y hombres clave en el ascenso del Dépor, coge el micrófono en el balcón del Ayuntamiento de A Coruña. Da las gracias a la afición por los que, asegura, son los días más felices de su vida y cierra su pequeño discursillo con una de las canciones habituales en las gradas de Riazor: “Cómo me voy a olvidar… Que el Deportivo, ganó, la Liga… Cómo me voy a olvidar… Fue lo mejor que me pasó en la vida…”.

Yo tenía seis años y es el primer partido de fútbol que recuerdo. Era la jornada inaugural de la temporada 99-00, el Deportivo de La Coruña recibía al Deportivo Alavés, y Roy Makaay, que aquel día debutaba con la elástica blanquiazul, terminaría por destrozar a los vitorianos con un hattrick. Sin saber muy bien cómo, acababa de hacerme hincha del Dépor.

En las siguientes jornadas el equipo se mostró titubeante, y llegó a bajar hasta la octava posición. Pero aquella liga no era como las de ahora, y tras encadenar 3 victorias consecutivas, el Dépor se hizo con el liderato ganando al Sevilla en la jornada 12. Aquel Dépor-Sevilla fue la primera vez que fui a Riazor. Recuerdo que era el partido del Plus, así que supongo que sería un domingo a las ocho y media. Hacía frío, tenía clase al día siguiente y mis padres no me querían llevar. Insistí mucho y fui. Y acerté.

5-2, con hattrick de Pauleta, exhibición de Djalminha, un gol de Romero (¡Sí, de Romero!), el regreso de Fran tras una larga lesión y hasta Flavio Conceiçao terminando el partido como portero tras la expulsión de Jacques Songo’o. Obviamente, a partir de ahí quise ir siempre al estadio, y mis padres terminaron por hacerme socio.
 
El Dépor encadenó otras tres victorias, y llegó a la jornada 16 cinco puntos por encima del Celta, que era segundo. Se disputaba el derbi gallego, el único derbi de la historia con los dos equipos en lo más alto de la Primera División. En un partido con más tensión que fútbol, y muy recordado por la famosa colleja de Djalminha a Mostovoi, el Turu Flores (como casi siempre en los derbis de esa época) decidió con un gran zurdazo.

En la jornada 23, el Real Madrid de Vicente Del Bosque llegaba a A Coruña en plena escalada, y con la ilusión de que una victoria le dejaría a tan solo 4 puntos del líder. Mauro Silva, el líder absoluto de aquel equipo, se acercó a Djalminha antes de empezar el partido y le dijo algo así como: “Djalma, tienes que hacer algo nada más empezar el partido. Tienen que ver que no tenemos miedo, que vamos en serio”. Y Djalma le hizo caso. El Dépor había salido en tromba, y acorralaba al Real Madrid en su área. Djalminha se acordó de lo que le había dicho su capitán y dejó una lambretta para la historia. Y no se quedó solo en eso. Makaay marcó el primero de cabeza, el genio brasileiro hizo un golazo de falta… Así hasta acabar en otro 5-2, que alejaba definitivamente al Real Madrid de la pelea por la Liga y demostraba que el Deportivo iba muy en serio.
 
Riazor era un fortín del que prácticamente no escapaban puntos, y del que todos los grandes se iban con la cabeza baja y el carro de goles en contra lleno. Pero el equipo de Jabo Irureta flojeaba fuera de casa y eso, unido a una buena segunda vuelta del Barça de Van Gaal, hizo que la Liga fuese disputada hasta el final.
 
Jornada 36. El Dépor venía de perder el derbi en Vigo ante un Celta que había caído hasta mitad de tabla en una flojísima segunda vuelta, y el Barça estaba a tan solo dos puntos. Llegaba a Riazor el Zaragoza, tercer clasificado que también soñaba con el título. Los maños se adelantan en la 2ª parte con un gol de Juanele, pero Makaay y Djalminha le dan la vuelta al partido en tan solo quince minutos. Djalminha, tan genio como alocado e irresponsable, se quita la camiseta al celebrar su gol y es expulsado al recibir una segunda amarilla. El Zaragoza aprieta, y empata por medio de Xavi Aguado. Si el Barcelona ganaba, empataría a puntos. El pesimismo y el miedo invaden a una afición incapaz de olvidar la liga perdida con el penalti de Djukic. Sin embargo, el Rayo Vallecano gana en el Camp Nou y da aire a un Dépor que a falta de dos jornadas tiene tres puntos de ventaja sobre el segundo.
 
La penúltima jornada sería en Santander, donde el Dépor ya podía ser campeón, pero sobre todo pretendía no perder para depender de sí mismo en la última jornada. Empate a cero, lo mismo que hace el Barcelona en Donosti. Con un punto en la última jornada, en casa y ante el Espanyol, seríamos campeones.
 
Real Madrid y Valencia jugaban la semana siguiente la final de la Champions League, por lo que solicitaron que la jornada de Liga se jugase el viernes, y la LFP aceptó.  Fue una semana corta, pero tan intensa que se hizo larga. El lunes fuimos a clase con la camiseta, el martes la volvimos a llevar, el miércoles aprovechamos el Día das Letras Galegas para ir a Acea de Ama a ver el entrenamiento, el jueves volvimos a clase, con la camiseta… Y llegó el viernes.

Viernes 19 de Mayo del 2000. En todas las ventanas había un trapo blanquiazul. Nosotros fuimos a clase, los mayores fueron a trabajar… pero la ciudad estaba parada. Estaba expectante. Esperando a que llegase la hora. A primera hora de la tarde ya estaba camino de Riazor. Songo’o; Manuel Pablo, Donato, Naybet, Romero; Mauro Silva, Jokanović; Víctor, Djalminha, Fran; Makaay. No he tenido que mirarlo, este once no se me olvidará en la vida.
 
Recuerdo que nos pusimos cerca del asiento en el que ahora sufro todas las semanas. A los pocos minutos, Víctor se acerca al córner de mi vida. La pone cerradita al primer palo, aparece El abuelo Donato, y gol. Fiesta, y aire. Hasta ese momento, la gente aún se acordaba de Djukic. 

Tras una jugada que, como casi siempre, arranca en la zurda de Fran, el balón llega al vértigo de la banda derecha. Pared a toda velocidad entre Víctor y Manuel Pablo. Manolo, con pelo, llega a línea de fondo, recorta, la pone rasa al primer palo y allí llega Roy para batir a Mora. 2-0, y festa rachada. Tras una ocasión que Naybet saca bajo palos, como tantas veces, el partido avanza plácido, esperando al minuto 90 para que los jugadores se puedan unir a la fiesta de la grada. Coruña, entera, se va de borrachera. Unas 200.000 personas tomaron la fuente de Cuatro Caminos, a la espera de sus héroes. Todos cuentan que fue la mayor fiesta en la historia de mi ciudad.

El Real Club Deportivo de La Coruña acababa de ganar su primer título de Liga, la primera y única Liga para un equipo gallego hasta el momento. 69 puntos, 66 goles a favor y 44 en contra. Un equipo base titular formado por Songo’o; Manuel Pablo, Donato, Naybet, Romero; Mauro Silva, Flavio Conceiçao; Víctor, Djalminha, Fran; y Makaay. Y suplentes con mucha participación como Schürrer, Scaloni, Jokanovic, Turu Flores o Pauleta. Augusto César Lendoiro, seguramente la persona más importante en la historia del deporte gallego, había cumplido el sueño que se le había escapado seis años atrás. Pero no se conformó.

Ese verano llegaron Molina, Capdevila, Valerón, Tristán, Pandiani y Duscher entre otros. Los años siguientes, Sergio, Andrade o Albert Luque. Con la ayuda de éstos, y liderados por los hombres importantes en el título de Liga, el Dépor consiguió ganar su Copa del Rey, el famoso Centenariazo. A este título se sumaron cinco años exitosos en Champions. Victorias en Highbury, delle Alpi, el Olímpico de Múnich, San Siro, Old Trafford, y una semifinal tras la famosa remontada al Milan (4-1 en San Siro, 4-0 en Riazor). Pero esto ya os lo contaré otro día.

Es imposible encontrar a alguien mejor para describir lo que significó el título de liga del Deportivo de la Coruña que un aficionado del propio Dépor. Por esta razón, aprovechando que un equipo español cumplía con los requisitos para formar parte de esta serie de posts había que aprovechar para contactar con un deportivista "de verdad". En este caso, un aficionado que entonces era un niño y que se enamoró de su equipo precisamente en el año más mágico que jamás vivió el club de su ciudad. El aficionado en cuestión es Martín Castiñeira y éste ha sido el resultado final. Ahora, junto a los demás aficionados deportivistas, podrá volver a disfrutar con su Dépor en Primera. Personalmente, ya no puedo dejar de asociar a su equipo con los mejores años del Súper Dépor. No será mi equipo, pero sí parte de mi infancia. E imagino que estuvo presente en la de muchas otras personas. Como en el caso de Martín.