Los conocíamos bastante bien, pero no quedaba claro su potencial real. Sabíamos de la calidad de sus futbolistas, pero apenas los habíamos visto exigidos en una gran noche, una de las de verdad, una de esas noches que a menudo marcan un antes y un después en un equipo. El actual Paris Saint-Germain es muy diferente de ese bloque al que se le escapó el título de la Ligue 1 hace unos cuantos meses. Y esta noche, en Mestalla, en una eliminatoria de Champions, ha confirmado las sospechas de los más optimistas.
Se podía intuir cuando cerró la fase de grupos recibiendo al Porto, en el partido que definiría el primer puesto del grupo A. Si bien es cierto que ambos equipos estaban clasificados, el PSG demostró su solidez y oficio ante un rival que siempre resulta incómodo. Entonces el 4-4-2 de Ancelotti en el equipo parisino no estaba tan trabajado ni consolidado, pero sirvió para ganar y conseguir la primera plaza del grupo. El rendimiento mostrado en ese partido por parte del conjunto francés fue bastante superior al del encuentro que enfrentó a ambos equipos un par de meses antes. Poco a poco las piezas de Ancelotti empezaban a encajar.
Luego pasaron las Navidades y, como siempre, llegó febrero y con él la Champions League. Era la hora de las eliminatorias y el PSG las recibía con un equipo que mezclaba jugadores veteranos y curtidos en multitud de batallas con noveles en partidos de máxima tensión europea. Sin embargo, su primera mitad en Mestalla va más allá de la experiencia de sus futbolistas o la calidad técnica de los mismos, ya que han demostrado que este equipo ya está hecho y definido a falta de pequeños matices. Sin Thiago Silva ni Motta, que apuntaba a titular, el PSG impuso su fútbol en Valencia, con un juego sobrio, serio y especialmente eficaz. Lo hizo con un 4-4-2 con Verratti protegido por Matuidi, omnipresente en el robo, y con Pastore y Lucas Moura como jugadores de banda, implicados ambos tanto en el trabajo defensivo como en el despliegue ofensivo. Además de contar con Lavezzi e Ibrahimovic, bastante acertados en ataque, a pesar del lunar que supone la expulsión del sueco en el tiempo de descuento.
Pero si algo resulta especialmente llamativo es el partido del brasileño Lucas Moura, de 20 años, jugador con el que van a tener pesadillas los futbolistas valencianistas durante varias noches. Además de ayudar al lateral de su banda, Jallet, sus carreras fueron imparables para el rival. Una vez arrancaba, por muy atrás que iniciara la galopada, nadie le podía atrapar. Y si salía algún jugador para cortarle el paso, él soltaba el balón o lo regateaba. Duró 52 minutos en el campo, pero ya ha superado mis expectativas y me ha dejado con ganas de volverlo a ver en un partido de esta exigencia o incluso mayor.
Lo mismo ocurre con este PSG, un equipo cada vez más maduro. A pesar del marcador de 1-2 -al final algo corto por las ocasiones del equipo francés, pese a la mejoría del Valencia en el segundo tiempo- han jugado a un gran nivel, especialmente en la primera parte. Y apetece seguirlos viendo en partidos que estimulen a sus mejores jugadores, porque si confirman el pase a los cuartos de final pueden ganar a cualquiera.
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