En una historia presente en España pero también en otros lugares de Europa, contaba el romance popular la leyenda del Convidado de Piedra y el desafío lanzado a un difunto:
¿No te acuerdas, capitán, cuando estabas en la guerra
gobernando mil batallas, gobernando a tus banderas?
Yo te convido esta noche, a sentarte a la mi mesa.
El difunto que no duerme, en olvido no lo echa.
gobernando mil batallas, gobernando a tus banderas?
Yo te convido esta noche, a sentarte a la mi mesa.
El difunto que no duerme, en olvido no lo echa.
El Chelsea se proclamó campeón de Europa el pasado sábado tras ganar al Bayern en el Allianz Arena en la tanda de penaltis, alzando por primera vez la tan ansiada Copa de Europa. Pocos apostaban por el Chelsea a inicio de temporada y aún menos podían pensar que remontaría la eliminatoria de octavos de final ante el Napoli cuando el entonces equipo de Villas-Boas parecía ir a la deriva intentando adaptar a su equipo a una idea que les resultaba difícil de asimilar.
Ante la desesperada situación, llegó Di Matteo. El Chelsea no jugaba bien antes ni maravillaba después. Llegaban las burlas hacia los blues, que poco a poco se iban alejando de los puestos de Champions League ante la feroz competencia de Arsenal, Tottenham y Newcastle. Se daba al equipo de Di Matteo por muerto. Parecía que el objetivo del técnico italiano tenía que ser enlazar unos meses dignos como entrenador para facilitar la etapa de transición de cara a la llegada de un nuevo técnico para la temporada 2012-13. Di Matteo y su Chelsea se sintieron más desafiados que nunca. Respondieron.
Al ver a su equipo, Di Matteo tomó un par de decisiones para intentar levantar el ánimo de un equipo hundido. La primera fue involucrar a todos los jugadores para lo que quedaba de temporada a través de frecuentes rotaciones durante los primeros partidos. Rescató -literalmente- a Kalou, que apenas gozaba de minutos. Con Di Matteo, Torres ganó confianza y volvió a marcar, rindiendo a un nivel inferior a lo deseado pese a haber mejorado bastante.
El segundo cambio, realizado de manera simultánea, fue cambiar el esquema. El Chelsea pasó del 4-3-3 de Villas-Boas al 4-2-3-1 de Di Matteo. Lo más importante, no obstante, fue que Mata se asentó en la media punta. El hueco que el español dejó en una de las bandas fue ocupado por Ramires, que empezó a explotar sus virtudes en la banda derecha. A cambio, el sacrificado fue Daniel Sturridge, que perdió su puesto en favor de Kalou. Poco a poco se iba asentando el once titular del nuevo Chelsea.
Ajustados estos dos puntos, Drogba, Terry y Lampard levantaron la eliminatoria ante el Napoli en una gran noche blue en Stamford Bridge. Dos goles de cabeza y otro de penalti para forzar la prórroga. Volvía el Cisne Negro, pero no importaba. Di Matteo apenas tenía dos meses por delante y tenía que conseguir resultados con el grupo que se había encontrado, cada vez más recuperado anímicamente.
Así, el nuevo Chelsea fue engrasando sus engranajes. La mejoría real de este equipo se demostró en la FA Cup y la Champions League. En la primera competición, por su exhibición en semifinales ante el Tottenham. El partido se rompió, Mata campó a sus anchas y los Spurs lo pagaron caro. En la segunda, por su oficio y competitividad. Y es que el Chelsea batió al FC Barcelona, vigente campeón de Europa, forjando su pase a la final gracias a tres de sus cuatro leyendas. Terry falló, pero Cech, Lampard y Drogba bastaron para ganarse el pase junto a la inestimable ayuda del brasileño Ramires, cuyas virtudes le vinieron muy bien para aprovechar los problemas del Barça. Más allá de sus estrellas, el trabajo colectivo completado en las semifinales de la Champions fue elogiable.
El Chelsea quizás no engancha como otros equipos, pero es difícil conseguir un mejor resultado de un grupo en tan poco tiempo. Ahora hace falta una renovación progresiva, quizás no tan radical como la de Villas-Boas. Pero con un arrebato de orgullo han acabado la temporada de una manera magnífica. Se marcha Drogba, pero Di Matteo debería quedarse para seguir respondiendo a todos los nuevos desafíos que se le presenten. El siguiente es que ningún equipo ha ganado dos Champions League de manera consecutiva desde el cambio de nombre y formato.
- Arrímate, caballero; arrímate acá, no temas.
Tengo licencia de Dios de hacer de ti lo que quiera;
si no es por el relicario que traes para tu defensa
te había de enterrar vivo aunque Dios vida te diera,
porque otra vez no te burles de los santos de la iglesia.
Tengo licencia de Dios de hacer de ti lo que quiera;
si no es por el relicario que traes para tu defensa
te había de enterrar vivo aunque Dios vida te diera,
porque otra vez no te burles de los santos de la iglesia.
Gran articulo la verdad es que necesitan renovarse de nuevo aunque ahora con Abramovich mas contento pueden llegar jugadores importantes.
ResponderEliminarUn saludo
Abramovich hay que admirarlo, ha invertido cientos de millones de euros y todavía sigue fiel a su equipo a pesar de que en algunas campañas se ha quedado sin ningún titulo, pero ha renovado el equipo y ahora es uno de los más fuertes de Europa
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